Y la muerte lo seguía

Ángel Gómez Rivero

Sin duda que cada relato o novela representa, para los autores, una aventura diferente según su génesis. Y, en algunos casos, incluso pueden dar luz a un artículo con fundamento, refiriendo las vicisitudes. Considerando mi dilatada producción literaria, no era la primera vez que una narración mía era adaptada al formato de cortometraje, matizando que las obras solicitadas en casos anteriores fueron editadas previamente en libros y revistas; incluso yo mismo participaría como guionista en algunas de ellas, concretamente las realizadas por mi hijo.

Dentro de mi habitual tarea de narrador, en la que se alternan a menudo relatos y novelas, hay veces que las circunstancias tercian y motivan un inciso obligado. En este caso concreto, recién acabado el cortometraje La última víctima (2011), mi hijo se dirigió a mí con las siguientes palabras: «Papá, necesito ahora una historia tipo western, con pistoleros y con toda la esencia del género». Me quedé mirándolo sin parpadear y respondí con rapidez: «Pues será un western… pero fantástico, incluso con atmósfera de horror». Y él aceptó encantado.

A pesar de que en la historia del cine son escasas y poco afortunadas las películas que mezclaron ambos géneros —bautizadas como wensterror por mi hijo—, yo me acordé de esos relatos catalogados como weird western, poco populares en nuestros lares, y enseguida me puse manos a la obra. De hecho, aparqué durante tres días todos los proyectos literarios y me embarqué en una narración a la que titulé Y la muerte lo seguía, en clara alusión al Apocalipsis. Para el inicio, elegí una frase extraída del magistral relato El color de más allá del espacio, de H. P. Lovecraft, con la motivación/guiño de informar al lector, para posicionarlo en el ambiente deseado; después, dejé fluir mi imaginación.

Fue tarea ardua pero apasionante confeccionar el guion. Ante nuestro pesar, mi hijo y yo tuvimos que abreviar la trama, dado que pasábamos al formato de mediometraje, con los problemas consecuentes. Con una duración mayor de veinte minutos, el futuro cortometraje se vería apeado de un importante número de certámenes internacionales; sin contar que se disparaban los gastos de producción. Pese a todo, la película terminó por atesorar más de veinte premios por todo el planeta, siendo emitida por distintos canales de televisión —aún se puede visionar en el canal Dark—. También se editó en DVD por la empresa 39 Escalones, y hasta tuve el enorme placer de llevar a cabo un audiocomentario extenso. La cuidada edición presentaba, asimismo, un libreto ilustrado que contenía el cuento original.

Ahora, pasados los años, este relato tan especial en mi bibliografía es aceptado por la revista Almoraima, para mi absoluta dicha. Por eso espero, amigos, que disfruten con la lectura de una historia que daría luz a un cortometraje muy importante en la evolución de mi hijo como realizador.

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