Mañana, viernes 24 de julio, el IECG presenta en la sede de la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar una obra de la artista Judith Borobio, implicada en la sección III del Instituto. La obra se titula Territorios líquidos Judith Borobio (Soria, 1986) reside actualmente en Algeciras, donde desarrolla gran parte de su práctica artística. Su producción se caracteriza, desde sus inicios, por sus implicaciones sociales: contribuye con varias asociaciones tanto culturales cómo medioambientales. Ha realizado diversas exposiciones tanto nacionales como internacionales.
El nuevo proyecto que presenta Judith Borobio es un contenedor de instantes. Un libro de artista que, a modo de archivo, agrupa el trabajo desarrollado durante cinco años en el Campo de Gibraltar (Punta Carnero, el Parque del Centenario y Valdevaqueros). En él la artista no solo registra un riguroso estudio del espacio sino que explora y nos propone diversas formas de relacionamos con el entorno, a la vez que reivindica la importancia del proceso creativo contextual como acto artístico en sí.
Partiendo de la transversalidad que caracteriza a su obra, estrechamente vinculada a la ciencia, este trabajo cuenta además con la colaboración de geólogos y biólogos que le han acercado a conocer de forma más específica el territorio, el verdadero protagonista de este relato físico. Relato sobre la mutación del paisaje geológico, base de nuestra civilización, en el que la autora aglutina tiempo y memoria.
Una tentativa, en definitiva, a replantearnos nuestros modos de vida visibilizando lo natural-desconocido por medio de una colección de frottages de las huellas de ignofósiles y de movimientos rocosos pertenecientes a los flysch del Parque del Centenario; una muestra única en cerámica de un fragmento-huella-instante del espacio, y finalmente una pieza sonora que registra los pasos de la propia artista, los cuales fueron transformando la experiencia del paisaje, que termina por completar este pequeño e irrepetible ecosistema portátil.
Judith Borobio (Soria, 1986) es una arqueóloga de las tinieblas, una exploradora de esos parajes recónditos y marginales donde el sistema trata de ocultar todo lo que le sobra. Lugares en los que subyacen ojos y manos como escombros de tantos cuerpos expropiados. Devolver al ojo su tactilidad y a las manos su imaginación es su cometido heroico. Rescatar de ese vertedero de la civilización occidental esa antigua alianza, tacto-mirada, tantas veces arrasada y desterrada por las instituciones a lo largo de la historia es lo que mueve a la artista a introducirse en el paisaje, ese medio tan familiar y ajeno, para extraer sus tactografías, esto es, imágenes creadas (por) con-tacto para ver con las manos. Imágenes que como dijera Roland Barthes, a propósito de la fotografía, llevan “siempre su referente consigo, estando marcados ambos por la misma imposibilidad amorosa o fúnebre, en el seno mismo del mundo en movimiento”. Receptáculos de memoria, de la grafía del tiempo sobre la materia. Receptáculos de “lo que nunca más podrá repetirse existencialmente”. De modo que Judith da al tacto lo que la fotografía da a la vista. Y es en ese tocar extinto, lo que ya nunca más podrá ser, como la arena de la playa cuando sube la marea, que el sujeto que palpa su obra se descubre como extensión de esa carne del mundo tocada por el tiempo, cada vez más erosionada, finita, viva. Un gesto de resistencia, en definitiva, que devuelve a la vista ese potencial sensible arrebatado por el régimen escópico de la sociedad espectacularizada.
Cayetano Limorte Menchón, historiador del arte y comisario de exposiciones